Obsesionado con la absuluta expresividad del color, Van Gogh emprendió la obra de retratar su habitación del número 2 de la Place Lamartine, Bocas del Ródano. Puesta en práctica su técnica, evitó a toda costa el realismo o el simbolismo que entorpecieran su propósito: que el color lo hiciera todo.
Así nace una de las obras más icónicas del pintor holandés y uno de los principales referentes del postimpresionismo.