Placer y ternura en la educación significa el deseo profundo por reencarnar la educación, por imbuir de un nuevo encanto la hermosa tarea de educar. Significa vivenciar las implicaciones pedagógicas del hecho de que los procesos cognitivos y los procesos vitales son, en el fondo, una misma cosa. Se trata de hacer posible el encuentro, siempre deseado, del vivir con el aprender, entendido como un proceso de auto-organización, desde el plano biofísico hasta el tejido de los ámbitos sociales, para lograr una sociedad «aprendiente», es decir, una sociedad en proceso permanente de aprendizaje, en la que tengan cabida todos los seres humanos, sin distinciones ni exclusiones, así la educación y los contenidos curriculares que se aborden en las aulas dejen de ser dependientes de los intereses políticos y económicos de los países y que se aboquen al desarrollo integral del sur humano.