Es extraño que casi todos los que hablan de libertad son esclavos y/o por lo menos están atados a algún tipo de esclavitud, casi siempre, a un estereotipo que les impide salir de sus propios criterios y, por tanto, los atan. Como lo expresa el dicho popular, con alas para volar como águila lo hacen como aves de gallinero. La libertad y la sexualidad humana deben llevarnos al amor y, si no arriban al amor, en todas sus distintas manifestaciones —sin estereotipos—, han equivocado su cause. Por eso, hemos de entender qué es libertad, qué es amor, el porqué de la sexualidad. ¡Qué pena es que el amor, la sexualidad y la libertad nos hagan esclavos, nos esclavicen, nos aten! ¿Por qué amar con perspectiva de género? Porque varón y mujer amamos de forma distinta. Porque el amor de la mujer es para el varón, para la mujer, para los padres, para los hijos un amor distinto al amor del varón. Porque el varón tiene un modo distinto de expresar el amor y en esa distinción hay una gran diferencia. Porque el varón no puede llegar al grado del amor de una madre por sus hijos. Porque es distinto ser amado por un varón que por una mujer. Porque es distinto amar con amor de mujer que con amor de hombre. Porque aún dos mujeres no aman de una misma forma. Porque son hombres distintos son igualmente distintos al amar. Porque lo peor que nos puede pasar es amar con igualdad cuando al amar hay tantas diferencias. Porque amar de un solo modo es discriminar a unos con respecto a otros. Porque el hijo varón necesita ser amado por su padre. Porque la hija mujer necesita ser amada por su madre. Porque el padre debe expresar y dar amor a su hija. Porque la madre debe expresar y dar amor a su hijo. Porque los hijos necesitan, también, el amor de ambos, padre y madre. Porque todos necesitamos experimentar el amor de los demás que se aman. Porque, cuando amamos, recibimos amor. Porque, cuando exigimos amor, nos quedamos esperando siempre. El siglo XX ha sido el centenario de la muerte, de la cultura de la muerte, de la muerte a través de las guerras, de la muerte a través de la violencia doméstica, de la muerte en las relaciones de trabajo, de la muerte a través del horroroso crimen del aborto, de la muerte a través del desprecio a la ancianidad, de la muerte a través del homicidio, la tortura, la esclavitud, la dejadez, de la muerte a través del hambre. Pero, la muerte, al final, nos traslada a la vida. Preocupa en el siglo XXI el suicidio del corazón, la muerte de los sentimientos, la muerte del amor humano noble y limpio, sin egoísmos, la muerte de la pasión por un ideal, la muerte de la sensibilidad. Preocupa en el siglo XXI la muerte en el anonimato, la muerte de la juventud en la espera de la madurez, la muerte de la madurez aferrada a una falsa juventud. Preocupa en el siglo XXI la muerte del amor puro y limpio de una madre por sus hijos, preocupa el recelo ante el amor y el amor ante el temor, preocupa que en el amor haya tanto calculo, preocupa que dejemos de amar porque hemos dejado de darnos. La vida surge del amor y, sin embargo, el siglo XXI nos enfrenta a un amor que se muere sin amor, peor aun, sin haber amado, aun más, sin haber sido amado. Todos los conflictos de las personas se resuelven con amor. “Ama y has lo que quieras” (S. Agustín). “Al caer de la tarde te examinaran de amor” (S. Juan de la Cruz). “¿Cuánto has amado?” es, en definitiva, la pregunta que debemos responder para comprender a las demás personas y evitar la intolerancia, la intransigencia, la discriminación, la exclusión, la segregación, el aislamiento, la indiferencia, la xenofobia, la misma homofobia. Pero, hay quienes aman, buscan amar, luchan por amar a todos. Hay otros, casi siempre muchos —hoy más que antes—, que se alejan del amor, porque se alejan de los demás, porque tienen sospecha de todos y desconfianza de sí mismos. El anonimato exige ahora, convertir la soledad en sociabilidad, pensar admitiendo a los demás, procurar darse a los otros. Es que el mundo puede verse desde dos perspectivas. La que procura encontrar a los demás, y, al encontrar, comprender, disculpar, perdonar. Darse, servir, encontrarse a sí mismo en los otros. Después de la Segunda Guerra Mundial, luego de vivir bajo un Estado tirano, con miedo al desarrollo de nuevas tiranías, las Naciones se han sujetado a ciertas disposiciones internacionales y de ley nacional; con ese mismo miedo, respecto a las personas. Las Naciones Unidas han sujetado la libertad al bien común, la paz, la tranquilidad pública, la moral pública, objetivos que se concretan en el bien común. ¿Qué debe entenderse por cada uno de esos objetivos? Si no hay controles del poder de las personas, el Estado se hace tirado. ¡Qué importante en esto los frenos y contrapesos que produce la división de poderes! Si no hay control de la libertad, la persona humana se convierte, desde sus deseos, en tirana. Desde una perspectiva de género es posible que se pierda la capacidad de amar porque escoger, para amar, es amar desde uno mismo. Amar a los demás, tal como son, es amar amando, sin discriminación, sin poner condiciones. Por eso, el régimen que se impusieron los Estados parte de las Naciones Unidas fue, la paz, como construcción de todos. Para esa paz, la protección de los derechos de la persona humana desde el reconocimiento de la dignidad de la persona humana desde su igualdad de naturaleza humana. ¡Qué difícil controlar un tirano! Pero, el poder ha producido tiranos. La ausencia de límites hace al Estado tirano. La ausencia de límites hace a la persona humana tirana. Vivir para sí hace al Estado tirano. Vivir para sí hace a la persona humana tirana. Gobernar para sí, hace al Estado tirano. Gobernar para si hace a la persona humana tirana. Sin embargo, siendo posible para las Naciones Unidas limitar el poder de los tiranos a través de los Derechos Humanos y el control de las armas —control del poder—; no ha sido posible controlar las tiranías personales, las personas tiranas que, abusando del derecho, no dejan de ser nunca libres. La libertad para dominar produce esclavitud. La libertad para servir produce libertad. Pero, para lograr una libertad que produzca libertad es necesario una libertad que nace del amor para el amor. Pero, el amor se entiende, al servir.