Cuando escuchamos parto anónimo vienen a nuestra mente distintas imágenes y concepciones sobre lo que puede significar esta figura, es preciso señalar que ésta no se encuentra en la clandestinidad y tampoco se trata de un secreto. El parto anónimo es un elemento propio del derecho francés que ha revolucionado a la familia, pone en tela de juicio temas jurídicos y sociales como la filiación, el parentesco, la maternidad, el abandono de menores, la identidad, el proyecto de vida, así como los derechos y obligaciones que existen entre los progenitores y descendientes, entre muchos más. En esta década, el derecho de familia se ha centrado únicamente en la protección del interés superior del menor, lo cual no es malo, pero lentamente se ha olvidado del proyecto de vida de los progenitores, especialmente de las mujeres, al tener la errónea visión social que la mujer completa su proyecto de vida cuando se vuelve madre. El derecho familiar mexicano no es preventivo, más bien, es consecuente de las acciones que envuelven a los miembros de la familia y, en muchas ocasiones, actúa cuando ya es demasiado tarde. Hemos dejado de observar la individualidad del sujeto para ajustarlo a un plano colectivo, bajo un esquema determinado y esperamos de su parte una actuación determinada. El parto anónimo, al provenir de una visión francesa, su forma de operación y valoración de los derechos humanos resulta diferente a la que se posee en México.