La mayoría de los cuentos tradicionales nacieron con la idea de enseñarnos algo. La Bella y la Bestia, que no hay que guiarse por las apariencias; La Sirenita, que no hagamos tratos con los malos y La Cenicienta, que siempre se premia ser bueno. Pero mucho tiempo atrás, Caperucita Roja era una forma de advertirnos que no debíamos confiar en desconocidos y había que hacer siempre lo que nos decían madres y padres.