Una noche calurosa, agotada de escuchar el zumbido de un mosquito que no la deja dormir, Valeria se hace de una nueva y peculiar amiga: una pequeña araña que habita en una de las esquinas de su cuarto. La llama Soledad no sólo porque parece pasar días sin interactuar con otras arañas, sino porque sus patas le recuerdan las pestañas largas y extendidas de su tía Soledad. La arañita, sin saberlo, se vuelve confidente de Valeria, quien poco a poco vencerá su timidez y logrará hacer otros amigos.