Durante los últimos cien años los narradores nacidos o radicados en el norte del país se han multiplicado, alimentando con sus historias un imaginario colectivo que se desenvuelve en líneas fronterizas, desiertos, cadenas de montañas y urbes populosas donde habitan o deambulan lugareños y migrantes, gringos extraviados e indígenas supervivientes, seres de carne y hueso y espectros surgidos de realidades alternas.