Aún en los rincones más apartados e inhóspitos del planeta hay microbios. Ellos -acaso los más dignos representantes de la vida en la tierra- pueden habitar lugares adonde no llega a luz del sol ni existe oxígeno gaseoso y se pueden nutrir tanto de materia orgánica como inorgánica.
Esa vida, invisible a nuestros ojos, fue durante mucho tiempo objeto de las más fantásticas especulaciones, y aun cuando se vislumbra su existencia sólo el microscopio permitió mostrar la diversidad esos seres diminutos.