«Si la conversación de Maurice de Talleyrand se vendiese, yo me arruinaría», dijo en una ocasión la excelente Madame de Staël. «Es usted el rey de la conversación en Europa», reconoció en otra ocasión Napoleón. Pero ese gran don no sólo le sirvió al príncipe de Talleyrand para reinar en los salones galantes del Gran Siglo, sino también para seducir, negociar y convencer en las cancillerías de todas las potencias europeas en tiempos de guerra y paz.