En un mundo en el que se valora amplia mente el éxito y el logro, se tiende a fomentar en las personas ciertas formas de egocentrismo que en primera instancia nos parecerían saludable, pues pudieran redundar en prestigio, funcionalidad y autoestima.
Tal vez por eso la imagen de la Madre Teresa nos produce sensaciones ambivalentes. Todos la admiramos, si, pero de lejos; de una manera complaciente, pero con cierto resquemor, como si nos estuviera mostrando algo que preferiríamos no ver.