El comienzo de una vida en común, ampliar o no la familia, los hijos y la educación, la presión del trabajo, los problemas por el dinero, las broncas por tener que comer los domingos en casa de los padres o de los suegros, el tapón del gel y hasta los ronquidos, ¿quién no ha discutido alguna vez por estos temas con su pareja y ha dicho: Ya no puedo más? Lo cierto es que el desgaste de la convivencia puede producir una frustración enorme en el día a día, provocar sufrimiento e incluso la ruptura.