Cuando una persona está agobiada por el estrés, la ansiedad y los traumas, su sistema nervioso se adapta para mantenerla viva a corto plazo.
Sin embargo, si constantemente se enfrenta a entornos inseguros, relaciones tóxicas o patrones de pensamiento destructivos, existe el riesgo de que quede atrapada en el «modo supervivencia» durante un largo periodo.