Con un final satisfactorio como pocos, ningún lector debería de perderse la alocada historia de cómo Billy y sus amigos se hicieron de la mejor dulcería de la comarca.
En un edificio viejo, que alguna vez fuera una confitería, viven “los limpiacristales”. Por sus habilidades increíbles son contratados para trabajar en la casa del Gran Duque.