Ya la crítica histórica había reparado el silencio de la historia acerca de Cristo, y señalaba como sospechosos los pasajes de algunos pocos historiadores profanos de aquella época, a quienes era poco menos que forzoso inclinarse a favor de la existencia histórica del pretendido fundador del cristianismo, mientras la exégesis bíblica había reducido el Antiguo Testamento a una obra en gran parte apócrifa y sugerida por la casta sacerdotal para edificación de los fieles.