El 17 de julio de 1918, cuatro jóvenes bajaron al sótano de una casa en Ekaterimburgo. Junto con sus padres y su hermano menor, fueron brutalmente asesinadas. Su delito: ser las hijas del último zar. Olga, Tatiana, María y Anastasia Romanov, tal vez las jóvenes más admiradas y fotografiadas de la realeza de principios del siglo XX, crecieron en la opulencia, entre juegos, coqueteos con oficiales del ejército y mascotas... hasta la Primera Guerra Mundial y la Revolución.