Dos hombres comparten un mismo cuerpo y una misma conciencia. Uno de ellos, Dr. Jekyll, es el ejemplo del gentleman virtuoso y prudente, mientras que el otro, Mr. Hyde, es cruel e implacable. A su manera, cada uno intenta vencer a su adversario, sin darse cuenta de que es inútil ir en contra de la naturaleza humana. Esta alegoría explora, oculta bajo el ropaje de la moral victoriana, la lucha inherente a todo ser humano: la batalla entre el bien y el mal, entre la razón y el instinto.