"Olvidadizo. Despistado". "Vive en la luna, este chico", pensaba la madre de Epaminondas. Ella temía que nunca fuera capaz de hacer un encargo, pues cada vez que su abuela le mandaba algo con él, el niño terminaba por perderlo de la manera más inimaginable. Hasta que un día logró llegar a casa con los besos y abrazos que la abuela mandaba a su hija.