Frente al desmoronamiento de la imagen del mundo que Occidente construyó a lo largo de más de quinientos años, entre las luces del Renacimiento y la tenebrosa sombra del Holocausto, los adolescentes de hoy deben ser absolutamente expuestos a una realidad que en no pocos casos los conduce a la confusión del mismo concepto de lo real. Misma que se suma a sus dificultades para conmoverse por el otro: problemas graves de narcisismo, trastornos alimentarios vinculados a éste y, en general, la crisis como signo de los tiempos. Por eso, un libro serio sobre una etapa tan importante como es la adolescencia, es una suerte de bálsamo curativo entre tanta confusión, desánimo existencial y relativización de los compromisos con lo real. Esta obra es también liberadora. Lo es, porque comunica la sabiduría de la experiencia. Pero además hay algo relevante: el espíritu con que fue escrita deja al lector sabiendo que siempre hay alguien en quien confiar. Que nunca se está solo del todo.