La relación entre el ser humano y el caballo comenzó en épocas muy primitivas y aunque no se sabe a ciencia cierta cuándo se domesticó por primera vez, es un hecho que desde tiempos remotos se utilizó como animal de carga y de trabajo, uniendo su destino al del hombre y convirtiéndose en un compañero que genera tanto cariño, como admiración y fascinación en su dueño.