Cada mañana María Dolz contempla en una cafetería a una pareja a la que no conoce de nada, cuya felicidad intuye y acaso envidia.
Este ritual la ayuda a empezar la jornada, hasta que un día se entera de la muerte del hombre a manos de un desquiciado. Más tarde, una relación imprevista, quizá imprudente, acerca a María a los pormenores del suceso.