En tiempos de Brézhnev, Andreï Filipov, el mejor director de orquesta de la Unión Soviética, estaba al frente de la célebre orquesta del Bolchoï.
Pero fue destituido al negarse a despedir a los músicos judíos, entre los que estaba Sacha, su mejor amigo. Treinta años después, sigue trabajando en el Bolchoï, pero como hombre de la limpieza.