Naomi Klein demuestra que el capitalismo emplea constantemente la violencia, el terrorismo contra el individuo y la sociedad. Lejos de ser el camino hacia la libertad, se aprovecha de las crisis para introducir impopulares medidas de choque económico, a menudo acompañadas de otras formas de shock; el golpe de la porra de los policías, las torturas con electroshocks o la picana en las celdas de las cárceles. De Chile a Rusia, de Canadá a Sudáfrica, los ejemplos, y sus escalofriantes consecuencias, abundan.