Verne, educado en el positivismo, era un firme defensor de las infinitas posibilidades que la ciencia ofrecía al nuevo hombre hijo del Romanticismo. El novelista abre unas perspectivas más vastas para la mente humana: desde el profundo abismo de los mares a los remotos árticos, desde los territorios insospechados de un viaje al centro de la Tierra al espacio inmenso que tiene en la Luna un foco de atracción para el hombre.