Aunque parezca increíble, esta historia nació por el deseo de Roald Dahl de “hacer algo en contra de las barbas”. Por suerte, la astucia, el talento y la agudeza de Dahl fueron tales, que podría haber escrito sobre la pelusa del ombligo y los lectores las habrían devorado sin dudarlo dos veces (las historias, no la pelusa).