Secuestrada la palabra por la lógica de los dividendos, ¿qué les resta a los editores y libreros que se resisten a la tendencia uniformadora de ideas, gustos y hábitos?, ¿qué alternativas tienen los productores y vendedores de libros que aspiran a conservar su independencia y, con ella, la pluralidad de voces que constituye la verdadera democracia?.