Todo comienza cuando dos perfectos desconocidos se encuentran atrapados en un elevador. Uno es arqueólogo, el otro no. Una simple pregunta, «¿A qué se dedica usted?», se convierte en el trampolín de un diálogo que teje una historia fascinante. El no arqueólogo, al principio irónico e indiferente, bombardea con preguntas al arqueólogo. El arqueólogo, paciente, erudito, encantadoramente irreverente y divertido, responde.