Una pequeña localidad campestre, originalmente llamada Illiers, a unos cuarenta kilómetros de Chartres, quedó transformada por los recuerdos de infancia de Proust, que la glorificaba en su obra A la busca del tiempo perdido bajo el nombre de Combray. "Aquel sabor era el del trocito de magdalena que me ofrecía los domingos por la mañana en Combray ? mi tía Léonie después de haberla mojado en su infusión de té o tila."