Hace seis años, en un restaurante cualquiera, conocí a un extraño y se convirtió en el hombre que se marchó o, más bien, en el hombre que nunca volvió a dar señales de vida. Un pequeño consejo: si no has salido, tocado ni besado a alguien en años, no intentes alejarte a rastras ni esconderte del que se marchó. William Carter, el extraño que conocí hace seis años, era la última persona que imaginaría encontrar en la empresa de mi padre, donde trabajo.