Paul Celan (1920-1970) leyó a Sigmund Freud para resistir a las terapias que trataban su delirio, y en su obra poética a veces utilizó –como Rembrandt y Van Gogh– la técnica del autorretrato como una forma de autoanálisis. Su intransigencia se apoyaba en un exceso de lucidez, y aquello que la llevaba a expresarse con suma libertad no era otra cosa que la verdad de las sombras.