Más vale malo conocido que bueno por conocer. Este es uno de nuestros dichos más populares. ¿Padecemos una resistencia natural al cambio? ¿Por qué nos oponemos a cualquier modificación de nuestra rutina diaria, de nuestros hábitos y costumbres? Lo cierto es que, a pesar de que a lo largo de nuestra vida aceptamos cambios cruciales, como el matrimonio, los hijos, la incorporación a las nuevas tecnologías o los desafíos de nuevos empleos, algunos hábitos nos resultan innegociables y, por más que queramos, no conseguimos erradicarlos. En resumen, hay cambios fáciles y cambios extremadamente difíciles; ¿en qué se diferencian?