Una mirada curiosa que en un instante imperceptible se transforma en furtiva. Acercarse, casi hasta rozarse; iniciar una conversación que despierte el interés y quedar de nuevo. Arreglarse para seducir y despertar el deseo; después, el tacto de la piel y, tras él, el abrazo; y de seguido el beso para, al final, dar rienda suelta a la lujuria.