Creyente de la loca pasión, fiel enamorado de los rituales del cortejo, celoso hasta los huesos, Ovidio carga, gustoso, el yugo que los dioses le han impuesto y vive impartiendo, con versos y poemas, el arte de amar, desde lo básico de la coquetería, hasta ciertos permisos libertinos, sin olvidar, por supuesto, la cura para salir de este estado somnoliento que nos provoca el enamoramiento.