Paro, respiro, observo y reinicio. ¡Para! Nadie te está persiguiendo y no sabes detenerte. Además, te han dicho que ponerle pausa a la velocidad vertiginosa de la realidad en la que vives es casi un pecado.
El mundo te pide más y más, y tú te estás ahogando entre tantas cosas. Respira, necesitas hacerlo.