Si los amores prohibidos son tan dolorosos, tan difíciles, si hacen tanto daño, si no son aprobados por las reglas sociales, si atentan contra cualquier razonamiento y mil etcéteras, ¿por qué, entonces, son tan comunes, tan deseables, tan de todos los días? Algo, quizás el instinto, nos empuja a buscar emociones continuas, huyendo del paso lento de la vida cotidiana.