Alejandro III de Macedonia, llamado Magno (el Grande), fue venerado por los suyos, por sus enemigos y por los romanos que siglos más tarde estudiaron con asombro sus hazañas.
Alejandro encarna la estética del conquistador total, y una idea: la de la conquista, del ir donde nadie ha llegado aún, de ser el primero adelantándose a todos los demás y de ir más lejos que nadie.