Durante muchos años confié en que el fantasma de la guerra se hubiera quedado en el pasado. Y como esta guerra nuestra fue llegando despacito, sin trompetas anunciándola, la verdad es que no me di muchas cuenta de cuándo empezó. Ahora que lo pienso, siempre debió estar ahí: algunas veces escondida y otras veces visible. Lo cierto es que no pude librarme de ella y que todos nosotros, los grandes y los pequeños, hemos vivido tiempos difíciles en Colombia.