La virtud de la humildad nos libera del apego a lo material y a ciertas actitudes que ensombrecen al hombre, tales como el orgullo, la soberbia y la vanidad. La persona humilde es generosa, es decir, posee una actitud de entrega y servicio a los demás; conoce sus límites y los acepta, no se envanece ante el halago, no teme a nada porque confía en el poder le Dios, y se presenta ante El cómo realmente es.
Carlos Díaz nos muestra que la humildad es el camino hacia el logro de la plenitud como seres humanos porque nos libera de los vicios que genera el egoísmo y nos permite comprender que la grandeza está en lo más pequeño, y que la felicidad se encuentra en la igualdad y la fraternidad del hombre.