Hasta la introducción de los ideogramas chinos en el siglo VI, el japonés era una lengua oral que no tenía escritura. Se trata, seguramente, del país con la más amplia y antigua tradición oral.
El monogataru era el oficio de contar historias oralmente y de entre todas ellas, las favoritas de los japoneses, que han trascendido más allá de sus fronteras, son las crónicas sobrenaturales y de miedo.