Los animales de compañía son una prueba de amor incondicional en nuestra vida. Nos vuelven más pacientes, nos obligan amorosamente a fomentar hábitos saludables y nos enseñan lo valioso que es vivir el presente. Por eso cuando mueren, nos invaden la tristeza y el desconcierto, pues nuestro mundo ha cambiado y el vacío de la casa se nos viene encima.