Cuando esto sucede en alguna familia, los padres, al recibir la “mala noticia”, padecen sentimientos de tristeza, dolor, impotencia y hasta de odio y coraje, y, a partir de ese momento, saben que tendrán que acostumbrarse a que ya no verán fisicamente a su hijo e inician un camino haciéndose preguntas que jámas podrán responderse.