Nuestra sociedad moderna occidental vive de espaldas a la muerte. En apenas dos generaciones, los ritos y símbolos con que antes se acompañaba han desaparecido, convirtiendo la muerte en tabú. Aunque creamos que así somos más felices, esta conducta provoca dolor y sufrimiento añadido, pues aleja de la sociedad a las personas que viven la experiencia de la muerte y el duelo condenándolas a la soledad, impidiéndoles que encuentren espacio, referentes o rituales.