La existencia es un sendero solitario, un trayecto que cada quien recorre por su cuenta y riesgo. Nadie puede hacerlo por nosotros: todos tenemos que vivir nuestra propia vida, cometer errores, alcanzar nuestras propias metas y hacernos responsables de nuestras decisiones.
Por fortuna, hay personas que van en la misma dirección que nosotros y que, por lo tanto, pueden convertirse en nuestros compañeros de ruta.