Vivir el presente significa también entregarnos a nuestros planes, pero permitiéndonos el desafío de dejar que cada cosa nos sorprenda; vivir cada instante y cada experiencia sin anticipación, sin condicionantes y sin miedos.
En ocasiones postergamos nuestra felicidad; unas veces anhelando el pasado y otras viviendo a la expectativa del futuro, sin poder anclarnos con el presente y sin disfrutar del aquí y el ahora.