Pero te levantas, ves el montón de trastes sucios, recuerdas tu deuda con el banco y te angustias por lo mucho que has vivido y lo poco que has logrado. Se te apaga la chispa, esa gloria mañanera se desvanece frente al caos. Pero no, tu vida no es un gran desmadre; son muchos, pequeños y silenciosos desmadres que nunca terminas de resolver.