Cuando Menéndez Pelayo observó que en el Romanticismo español hay dos bandos bien definidos: el Romanticismo histórico-nacional con mucha verdad española de todos los tiempos, con no poco realismo popular, que encabeza ángel de Saavedra, duque de Rivas, y el Romanticismo byroniano-subjetivo, aristocrático, que otros llaman filosófico, que representa Espronceda, en verdad estaba ratificando las dos vertientes de penetración que en España inauguró el Renacimiento y que nutrieron los dos fenómenos culturales típicos de Andalucía y Levante que encarnaron entonces el divino Herrera y fray Luis de León, respectivamente.