Lejos de ser simples supersticiones, las creencias demonológicas desempeñan un papel crucial en la estructuración de la visión cristiana del mal, ayudando a definir su identidad frente a las influencias paganas y judaicas. Los demonios, en este marco teológico y cultural, representaban no solo las fuerzas del mal, sino también los temores, deseos y conflictos internos de los fieles.