Casi todos aceptamos sin problema que el corazón palpite con fuerza cuando vemos a la persona que amamos secretamente, o la sudoración que brota en nuestra frente ante el nerviosismo que nos provoca tener que hablar en público. Pero lo que no somos capaces de imaginar es cuán dramática y exagerada puede llegar a ser la reacción de nuestro cuerpo ante ciertas emociones.