Pensar que, por su aparente inocencia, un niño no puede cometer un asesinato, es un grave error. En ocasiones, como ocurre con Los meninos e meninas das favelas, los niños del Señor de la Guerra o del Estado Islámico, se ven obligados a matar si quieren sobrevivir. Otras veces, el impulso asesino está motivado por algún trastorno mental fruto de sus circunstancias vitales, o simplemente por el placer de matar.