No eres culpable de lo que viviste en la infancia pero sí eres responsable de tu adultez.
El legado de una infancia tóxica es fácil de reconocer pero difícil de interiorizar y superar. Los padres dejan semillas emocionales en sus hijos. En algunas familias, éstas son de respeto, amor e independencia, pero en otras, son de miedo, culpa y autocastigo.