El cuarto mandamiento «honrarás a tu padre y a tu madre», heredado de la moral tradicional. Nos exige que honremos y queramos a nuestros padres, pero oculta una amenaza. El que quiera seguirlo pese a haber sido despreciado o maltratado por sus padres sólo podrá hacerlo reprimiendo sus verdaderas emociones. Sin embargo, el cuerpo a menudo se rebela, con graves enfermedades, contra esta negación y esta falta de reconocimiento de los traumas infantiles no superados.